Mañana fría de febrero en la Sierra de Quila, tierra Azteca. 4:45 a.m. 70 pulsaciones por min. El olor a neopreno y el sonido metálico del material de barrancos cuando me estoy preparando para ir al control de participantes, me hace estar como una moto, nervioso, frío, inseguro.. con ganas de empezar.
Diego no para de observarme con su ojo de cristal, sin perder un detalle de las manías del “Trasgu”. Andrés, punto tranquilo de este equipo, me habla, me ayuda, se ocupa de mis cosas.. me dice bebe, come.. pero en el fondo, su mirada seria tiene la misma ilusión y pizca de nerviosismo que derramamos los demás.
El camino hasta la salida lo hago despacio.. con Diego a mi lado, que me aconseja: “daios madera!” pero escucho también más voces de ánimo, que me hacen sentir fuerte y calculador. El corazón sigue latiendo a 70, pero ahora con más fuerza. Siento el bombeo en mis orejas y un escalofrío cuando el juez de salida empieza a hablar.. “Cañonistas.. preparados, listos.. YA!!!”
Es la hora, el momento, el instante de hacer lo que tanto tiempo preparamos con calma y duros entrenamientos.. CORRER!!! VOLAR!!!
Mis pasos son fuertes y seguros, a pesar de la mochila Resurgence que llevo a la espalda con 60 m. de cuerda estática, otros 60 de cuerda auxiliar y la caja Pelikan del botiquín y demás.. ah! Y tres litros de agua, porque se avecina calor.. pero esa mochila hoy pesa menos porque tengo esa ayuda especial que siempre me acompaña, que soporta todo el peso de mis pensamientos y me ayuda psicológicamente.. es la virgen de Covadonga, acostumbrada a este ritmo de aventura. De pronto, llegamos a una rama rota con forma de zeta, y en lateral derecho del barranco, un hito de piedra.. es una señal.. cambio de ritmo y en cinco minutos estoy solo.. en la noche.. con el sonido del agua y un millón de estrellas que me hacen sentir bien. Corro, salto, corro, me caigo.. pero no es momento de parar. Estoy solo.
De pronto, en la oscuridad, escucho ruidos delante de mi.. es Andrés, apostado en el arrollo con la cámara para verme pasar.. “bien Jorge bien.. vas tú solo.. venga, tranquilo”
Estoy llegando al sistema digestivo, primera zona de rapeles y segundo punto de control. En este punto, la mañana me recibe con los primeros rayos de sol, y el calor me acaricia y da energía para entrar en el agua. Pero siento que no me mojo.. voy bien.. la fluidez de mis rapeles es incluso un poco arriesgada. Oigo unas voces: “ Ahí Trasgu, dale guaje..”
Ritmo, más rápeles, agua, saltos, pinchos, controles.. más voces.. “ Trasguuu!!!”
El reloj viaja despacio y mis piernas rápido. Tengo la sensación de llegar tarde a ninguna parte.. sin pensar que me puedo relajar y disfrutar de lo que más me gusta.. porque nadie me sigue. Continúo solo.
Otra vez Andrés con su cámara.. escucho voces de Diego.. es el final.
Mi cuerpo empieza a ir a la misma velocidad que el reloj.. normal. La cabeza empieza a funcionar recordando a los míos.. mi familia.. mi gente. El reloj se para. 3 horas y 16. Finalmente no me han descontado los diez minutos que estuve parado en el quinto punto de control, porque los jueces aún no habían llegado.
No puedo evitar romper a llorar, pero me tapo la cara con el casco para que nadie me vea. Nadie habla,, solo me miran.. la bandera de Asturias ondea al viento.. he ganado.
Extraido del blog turismo-nautico, publicado por Jorge Nuñez.
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